domingo, 6 de junio de 2010

Testimonio homicida

“Mi nombre es Juliette, mi apellido no importa mucho, no lo uso desde hace muchos años, gracias a que de mi padre lo único que tengo son tristes momentos, pero ese no es el motivo de esta carta

Mi madre, Natalie Westlman murió hace unos cuantos meses, dejando a su hija de 17 años sola, sin más compañía que un perro.

Asistía a una escuela pública de la ciudad, cursaba el 3º grado de preparatoria, y esperaba entrar a la universidad el año próximo, aunque eso iba a depender de que tan bien estuviera mi economía, ya que ahora solo dependo de mi para vivir de manera decente. Por las tardes trabajaba en una librería, acomodaba los libros y daba recomendaciones a las personas que llegaban, algunas de ellas son tan cerradas, tan superficiales, solo leen por leer, eso es tan frustrante, no se dan cuenta del sin fin de oportunidades que se tienen al tener un libro, un buen libro en las manos, entre ellos se encontraba mi jefe, un señor que al estaba amargado, su mirada no revelaba ni una sola chispa de ilusiones, jamás entenderé como alguien así trabajaba en una librería, ni siquiera le gustaba leer, se la pasaba todo el día pegado a su pequeña televisión viendo los deportes, las noticias, o alguna de esas películas que luego salen en la televisión, las cuales no tienen una verdadera historia, ni siquiera una enseñanza; casi todo el día yo me encargaba sola de la librería, mi jefe solo se preocupaba por las ganancias monetarias, “por que no mejor puse un bar o una tienda eso me dejaría más dinero” es lo que decía el señor cada que veía las ganancias que por desgracia eran muy pocas, cada vez son menos personas las que leen, siempre desee que la librería fuera mía, impulsaría la lectura por todos los rincones de este cada vez más ignorante mundo.

Después de un día de trabajo, mi casa era el mejor lugar al que me podía dirigir.

Mi pequeña casa, o mejor dicho, mi pequeña madriguera, es un espacio de no más de 50 m2, la cocina, el comedor y la sala ocupan un solo cuarto, afortunadamente el baño ocupa otro y mi cuarto está entre ambos.

Aún así supongo que vivía feliz, me quedé sin mi madre, pero aún así, tengo todavía a “Danesa”, una hermosa “gran danés” que mi madre me regaló en navidad, cuando aún era pequeña. Tal vez no le queden muchos años de vida, ya está considerablemente vieja, pero aún así de momento es mi única compañera, bueno, por lo menos de manera física, ya que estoy segura de que hay un espíritu que me acompaña en todo momento, el de mi madre, durante las noches, siento como una cálida presencia junto a mi, que me da las buenas noches y que me arropa con las sábanas. Por primera vez después de tanto tiempo soñé con ella, pero no era el tipo de sueño que esperaba tener con mi madre, en el sueño, al principio nos encontrábamos en calma, estaba sentada en una mecedora, con un pequeño bulto entre los brazos, un bebé, el cual imaginé que era yo, decidí acercarme lentamente, y cuando intenté cerciorarme de que yo era ese bebé, mi madre me empujó, por lo que caí al suelo, o lo que fuera en lo que estuviéramos paradas, ya que parecía como si estuviéramos flotando, de repente mi madre empezó a gritarme en un dialecto desconocido para mí, y el espacio en el que nos encontrábamos se fue oscureciendo poco a poco hasta que todo se encontró en penumbra. Desperté sudando, y fui a la cocina a tomar un vaso de agua, y desde ese día no he podido conciliar bien el sueño.

Pasaron los días, tal vez un par de meses, y mi vida tenía una y otra vez la misma rutina, parecía que mis días se habían convertido en un completo deja vu, pero todo cambió cuando mi jefe, decidió que lo mejor era cerrar la librería, pues sus ganancias cada vez eran menores, pero, yo no podía permitir eso, esa librería lo era todo para mi, y sin ella mi felicidad se iría por un enorme agujero negro del que no había retorno. No, claro que no, no lo permitiría, como se le ocurría a aquel hombre gordo y amargado arruinarme la vida de esa manera, tenía que hacer algo para remediar mi problema, mi único obstáculo entre mi felicidad y mi tristeza era ese hombre, tenía que acabar con el, y así lo hice.”

- Y eso no te provoca algún trauma o arrepentimiento? – Dijo una mujer vestida de traje sastre que se encontraba sentada frente a la joven perturbada.

- Claro que no, ese hombre era escoria para la sociedad, le hice un favor a todos – Dijo Juliette tranquilamente

- Pero has matado a un hombre, como puedes estar tan tranquila, además, irás a la cárcel, o a un manicomio, tu estado mental, es un poco perturbador –

- Pues, si ese es el precio por mis actos lo pagaré, pero hágame un favor señora –

- Claro, dime Juliette – Dijo la mujer asombrada.

- Cuide a Danesa mientras salgo de mi encierro

1 comentario:

  1. hola

    bueno solo te puedo decir que que buenas historias
    la neta no leia pero desde que lei tus historias quiero leer mas jeje

    sale pues me largo sigue asi

    te dejo bye...

    Atte: Gustavo

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